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martes, 18 de enero de 2011

La propagación del odio político no es nueva ni en España ni por supuesto en los Estados Unidos. En España la posibilidad de la llegada al poder de la derecha (no por sus meritos, si no mas bien por los errores de la izquierda y por la misma coyuntura económica), a envalentonado a la prensa mas retrograda de este país (España). Achacar a la izquierda de odios políticos, en boca de los inventores de dicha practica es a menos indecente.

De Tucson a Murcia

'La Razón' y 'La Gaceta' imputan a la izquierda el discurso del odio
Xavier Campreciós Periodista
Ya saben que a Sarah Palin le faltó tiempo para retirar de la web el mapa de EEUU con las dianas militares sobre los blancos demócratas a batir cuando la congresista Gabrielle Giffords, una de las señaladas, caía malherida en la matanza de Tucson. También que aquel cruento lance encendió una polémica -allí (EEUU) y aquí (España)- sobre el empozoñamiento de la vida civil y política por la virulenta retórica de la utraderecha mediática del Tea Party. Y que el Cazalla Party madrileño salió en tromba a negar la mayor, a absolver a Palin y a atribuir la única responsabilidad al pistolero de Tucson, lo que dicho sea de paso no negaba nadie de todos quienes denunciaban la insania del discurso del odio para denigrar y liquidar al adversario político.
Información publicada en la página 8 de la sección de Opinión de la edición impresa del día 18 de enero de 2011 VER ARCHIVO (.PDF)
También saben que en la madrugada del sábado tres individuos rompieron la cara al consejero de Cultura del PP de Murcia, Pedro Alberto Cruz, golpeándole con un puño americano en la calle. Y que Mariano Rajoy y el PP español y Ramón Valcarcel, presidente de Murcia y del PP local, han señalado este fin de semana al Gobierno español y a la izquierda política y sindical -movilizada contra los recortes del Gobierno murciano del 22 de diciembre por la crisis, los más duros de España- de no protegerles y hasta de fomentar aquella agresión
¿Qué hacía ayer el Cazalla Party?
El Mundo exhibía coherencia editorial: ni el Tea Party ni el PSOE eran culpables de las agresiones de Tucson y Murcia, y el PP no debía responsabilizar al PSOE sin saber ni siquiera quiénes fueron los agresores. Abc suscribía editorialmente lo último aunque alguno de sus columnistas desbarraba: «En Tucson -escribía, por ejemplo, José María Carrascal- no sabemos si el agresor estaba movido por la política, en Murcia, en cambio, sí».
Pero lo de La Razón no era coherencia ni solo opinión: Valcárcel acusa a la izquierda de la brutal agresión a su consejero, titulaba en portada. El editorial despotricaba del «matonismo de izquierdas»; y Cefas de «la banda de la porra», a la que adjudicaba todo «el odio» que «el centro derecha ha sufrido desde la transición».Y La Gaceta se salía, que todo vale: El PSOE de Murcia puso en el punto de mira al consejero agredido, titulaba en una primera donde Carlos Dávila sentenciaba: «El discurso del odio que está promoviendo la izquierda zapaterista y mediática del país está en el origen de atentados como el Murcia». Lo que va de Tucson a Murcia, ¿no?

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