En algo menos de cuatro horas, de las ocho de la tarde hasta poco ante de las doce, la Liga vivirá un nuevo mano a mano a distancia entre Bar-
ça y Madrid. Un mano a mano que lose iniciará con una diferencia de cinco puntos, que los azulgranas intentarán convertir en ocho en el entreacto, y que quién sabe cómo acabarán a medianoche. Lejos del Camp Nou y del Bernabéu, en Mallorca, y en A Coruña, dos de esos escenarios donde es fácil caer en la tentación de sumar los puntos antes de hora, y pagar después ese pecado de soberbia, el líder y el eterno perseguidor jugarán otra vez con la presión.
El Barça lo hará primero, como le gusta a Guardiola, y como tanto altera a Mourinho, obsesionado con que en este tema también le echan una mano al enemigo. «Algunos tienen la vida más fácil. Parece que escogen a qué hora quieren jugar. Son privilegios que nosotros no tenemos», dijo en alusión al Barça. Sin citarlo, pero siempre el Barça. La cuestión es quejarse. Día sí, día también.
A Guardiola no le van los lloriqueos, ni ir lanzando puyas e insinuaciones como su colega. No es su estilo. Al revés. Algunas veces se le va la mano con los elogios. Con Mourinho, el primero, al que trata con el mayor respeto. No quiere desgastarse en una guerra en la que es probable que lleve las de perder. En el tiroteo, Mou sí es The Special One. No hay nadie como él. Ayer, volvió a dar una muestra. Que si los horarios, que si los árbitros, que si las tarjetas... El mundo contra él y, por extensión, contra el Madrid.
RIAZOR, CONTRA MOURINHO / Hoy tendrá otro motivo para decir que a él no le tratan igual que a los demás. En A Coruña no le esperan precisamente con los brazos abiertos. Riazor no olvida y, al final, cada uno recoge lo que siembra. En el 2004, con el Oporto eliminó al gran Deportivo en las semifinales de la Champions. Lo hizo con polémica arbitral incluida, pero lo que más ofendió a los gallegos fue el tono de sus comentarios. «Les veo muy creciditos», dijo tras el 0-0 de la ida en Portugal. Después del 0-1 en la vuelta, que le dio el pase a la final (fue campeón), hurgó un poco más en la herida: «Ya os dije que estábais muy creciditos». Esta noche, se lo recordarán.
En Mallorca, como en casi todos los campos que visita -«cuando vamos por España recibimos mucho cariño de la afición por el comportamiento de los jugadores», comentó Guardiola-, el Barça no se encontrará tanta tensión. Y, desde luego, el duelo de los banquillos será muy distinto. El técnico vuelve a cruzarse con quien durante un tiempo fue uno de sus mejores aliados en el campo y en vestuario: Michael Laudrup. Curiosamente, el único junto con otro exazulgrana, Esteban, que se ha llevado algún punto del Camp Nou. Y, paradójicamente, un equipo que destaca justo por lo que menos cuadra con el estilo del danés. «Es muy bueno defensivamente, encaja muy pocos goles y en casa tiene números para estar en competición europea», explicó Guardiola.
SIN EXCUSAS / Con el recuerdo de ese empate y con la convicción de que les espera un duelo complicado, los azulgranas tienen claro el guión que desean escribir. Ganar y que el Madrid salga a Riazor con un pasillo de ocho puntos, que en el mejor de los casos reducirá a cinco. Pero para cumplir ese plan, el Barça deberá superar varias ausencias de peso. No hay equipo de gala. Sin Valdés, Puyol y Xavi, por lesión, y Alvés, por sanción, Guardiola alineará un once inédito. Sin rechistar. Sin lamentaciones. «No están, pues no están. Las bajas se suplen con otros cuatro, no jugaremos con ocho. Somos los que somos y tengo más confianza en que los que están responderán. Si perdemos no será por las bajas». En esa lista figuran, tres jóvenes del filial: el portero Miño, Thiago y Montoya.
Las ausencias son un problema pero al mismo tiempo un factor que puede reforzar todavía más al equipo. El hecho de haber recurrido más de lo acostumbrado a ese equipo de gala, ha rebajado el peso de otras piezas importantes y ha dado pie al argumento de que este Barça no es el mismo cuando no juega ese once titular. Guardiola sabe que ganar hoy es la mejor terapia para ese otro grupo de jugadores. Y, luego, que salga a jugar el Madrid.
ça y Madrid. Un mano a mano que lose iniciará con una diferencia de cinco puntos, que los azulgranas intentarán convertir en ocho en el entreacto, y que quién sabe cómo acabarán a medianoche. Lejos del Camp Nou y del Bernabéu, en Mallorca, y en A Coruña, dos de esos escenarios donde es fácil caer en la tentación de sumar los puntos antes de hora, y pagar después ese pecado de soberbia, el líder y el eterno perseguidor jugarán otra vez con la presión.
El Barça lo hará primero, como le gusta a Guardiola, y como tanto altera a Mourinho, obsesionado con que en este tema también le echan una mano al enemigo. «Algunos tienen la vida más fácil. Parece que escogen a qué hora quieren jugar. Son privilegios que nosotros no tenemos», dijo en alusión al Barça. Sin citarlo, pero siempre el Barça. La cuestión es quejarse. Día sí, día también.
A Guardiola no le van los lloriqueos, ni ir lanzando puyas e insinuaciones como su colega. No es su estilo. Al revés. Algunas veces se le va la mano con los elogios. Con Mourinho, el primero, al que trata con el mayor respeto. No quiere desgastarse en una guerra en la que es probable que lleve las de perder. En el tiroteo, Mou sí es The Special One. No hay nadie como él. Ayer, volvió a dar una muestra. Que si los horarios, que si los árbitros, que si las tarjetas... El mundo contra él y, por extensión, contra el Madrid.
RIAZOR, CONTRA MOURINHO / Hoy tendrá otro motivo para decir que a él no le tratan igual que a los demás. En A Coruña no le esperan precisamente con los brazos abiertos. Riazor no olvida y, al final, cada uno recoge lo que siembra. En el 2004, con el Oporto eliminó al gran Deportivo en las semifinales de la Champions. Lo hizo con polémica arbitral incluida, pero lo que más ofendió a los gallegos fue el tono de sus comentarios. «Les veo muy creciditos», dijo tras el 0-0 de la ida en Portugal. Después del 0-1 en la vuelta, que le dio el pase a la final (fue campeón), hurgó un poco más en la herida: «Ya os dije que estábais muy creciditos». Esta noche, se lo recordarán.
En Mallorca, como en casi todos los campos que visita -«cuando vamos por España recibimos mucho cariño de la afición por el comportamiento de los jugadores», comentó Guardiola-, el Barça no se encontrará tanta tensión. Y, desde luego, el duelo de los banquillos será muy distinto. El técnico vuelve a cruzarse con quien durante un tiempo fue uno de sus mejores aliados en el campo y en vestuario: Michael Laudrup. Curiosamente, el único junto con otro exazulgrana, Esteban, que se ha llevado algún punto del Camp Nou. Y, paradójicamente, un equipo que destaca justo por lo que menos cuadra con el estilo del danés. «Es muy bueno defensivamente, encaja muy pocos goles y en casa tiene números para estar en competición europea», explicó Guardiola.
SIN EXCUSAS / Con el recuerdo de ese empate y con la convicción de que les espera un duelo complicado, los azulgranas tienen claro el guión que desean escribir. Ganar y que el Madrid salga a Riazor con un pasillo de ocho puntos, que en el mejor de los casos reducirá a cinco. Pero para cumplir ese plan, el Barça deberá superar varias ausencias de peso. No hay equipo de gala. Sin Valdés, Puyol y Xavi, por lesión, y Alvés, por sanción, Guardiola alineará un once inédito. Sin rechistar. Sin lamentaciones. «No están, pues no están. Las bajas se suplen con otros cuatro, no jugaremos con ocho. Somos los que somos y tengo más confianza en que los que están responderán. Si perdemos no será por las bajas». En esa lista figuran, tres jóvenes del filial: el portero Miño, Thiago y Montoya.
Las ausencias son un problema pero al mismo tiempo un factor que puede reforzar todavía más al equipo. El hecho de haber recurrido más de lo acostumbrado a ese equipo de gala, ha rebajado el peso de otras piezas importantes y ha dado pie al argumento de que este Barça no es el mismo cuando no juega ese once titular. Guardiola sabe que ganar hoy es la mejor terapia para ese otro grupo de jugadores. Y, luego, que salga a jugar el Madrid.
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