La condición ciudadana de los cristianos y el matrimonio igualitario
La discusión sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo ha ocupado la agenda gubernamental en estas últimas semanas lográndose la sanción de la ley que permite que esta propuesta sea hoy una realidad en el marco jurídico de la República Argentina.
La intención del presente artículo tiene que ver fundamentalmente sobre la importancia que la sanción de esta norma tiene desde el punto de vista sociológico, desde las posturas religiosas y desde las organizaciones de base que están a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo.
El argumento fundamental de quienes están a favor de la norma es que hace realidad el valor de la igualdad ante la ley de parte de personas del mismo sexo que quieren armar un proyecto en común de vida validado por la legislación de su país y poder gozar así de los derechos que para la institución matrimonial se adquieren a partir de su concreción.
Este es un punto muy importante en cuanto a la fundamentación de su postura. Ahora bien, no se puede negar desde el punto de vista sociológico que se están modificando las bases estructurales sobre las que se asienta la conformación de una sociedad: los modos de agregación o agrupamiento social y el lugar del cuidado y crianza de los hijos, es decir aquellos aspectos que hacen a la cohesión social. Entonces con la consagración de ese derecho, a partir de esta ley, lo que se cambia no solo es el acceso a una situación de igualdad sino el modo básico de organizarse que tiene una sociedad, en este caso la argentina.
Y allí, el tema no es menor. Ello implica la adopción de una visión de la vida, de la sexualidad humana, de la sociedad, de su organización y distribución de roles sociales. Esta visión es tributaria de una concepción de la sociedad y sus formas de organización.
A su vez la postura del catolicismo y cristianismo en general es bastante unánime: entiende que el matrimonio es una institución anterior inclusive al cristianismo pero asumido por él y consagrado como un sacramento: es una institución sagrada y Dios se hace presente a través de ella. El matrimonio ha sido creado por Dios y el hombre no puede modificarlo, siendo una de sus condiciones de posibilidad que los contrayentes sean varon y mujer. No pueden serlo personas del mismo sexo. Es una enseñanza en el magisterio de la Iglesia desde sus inicios.
Es claro que además de la connotación religiosa esta postura tiene un impacto en los modos que asume la organización de una sociedad. Y de hecho en todos los modos de organización cristianos está presente esta postura del matrimonio entre personas de distinto sexo y la mirada de la sexualidad humana como masculino y femenino, descartando la postura de la sexualidad como una concepción de género o construcción sociocultural histórica que puede ser asumida libremente por cualquier ser humano conforme su voluntad individual.
En este punto se desacredita habitualmente la postura de los católicos y cristianos aduciendo que quieren imponer sus principios religiosos al resto de la sociedad. Pero no se menciona para nada que la postura contraria está obligando a los católicos y cristianos a adoptar una posición que violenta su conciencia en la cual el matrimonio es una institución sagrada. Y sobre todo porque en la práctica se les niega el derecho de ciudadanía a los católicos y cristianos como si ellos no fueran parte de la sociedad y no tuvieran derecho a pedir y bregar por un modo de organización social que sea acorde con sus principio religiosos.
Los cristianos y católicos son tan ciudadanos argentinos como el resto y tienen al respecto todos sus derechos.
Este punto es crucial porque aun con la ley sancionada hay situaciones en donde la conciencia personal va a ser violentada para los católicos y cristianos por parte de las instituciones públicas.
En la mesa de reflexión deben ponerse todas las posturas y respetar el disenso y la condición ciudadana de todos: incluidas las de los creyentes.
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