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lunes, 25 de abril de 2011

Lo que ocultan los gobiernos


Lo que de verdad ocultan los Gobiernos. El interés por los papeles de WikiLeaks se explica porque revelan como nunca antes hasta qué grado los políticos de Occidente han estado engañando a sus ciudadanos

El interés global concitado por los papeles de Wikileaks se explica principalmente por una razón muy simple, pero al mismo tiempo poderosa: porque revelan de forma exhaustiva, como seguramente no había sucedido jamás, hasta qué grado las clases políticas en las democracias avanzadas de Occidente han estado engañando a sus ciudadanos. EL PAÍS ha asumido desde el principio el reto de revelar lo que el poder oculta y responder a la obligación profesional de informar a sus lectores.

» 1. La filtración y sus consecuencias.Cuando un viernes por la tarde del mes de noviembre Julian Assange llamó a mi teléfono móvil, apenas le podía oír. Entrecortada por la barahúnda habitual de un fin de semana en el aeropuerto de Roma, donde me encontraba aquel día de regreso a Madrid, la conversación fue extrañamente breve. Assange habla despacio, sopesa con extremo cuidado cada palabra que pronuncia y su voz grave, como de barítono, tiende a volverse inaudible al final de la frase, característica esta que no facilita precisamente la comprensión. Momentos antes los carabinierihabían mostrado un interés especial por mi escaso equipaje, y en ese preciso momento se aprestaban a analizar las trazas químicas de un trapito blanco con el que previamente habían repasado todas las superficies de mi iPad, aunque nunca supe si era en busca de explosivos, de drogas o de las dos cosas.
confidencial
Se trata por lo general de una situación que me intranquiliza, pero a la que ese día apenas presté atención. Assange, según entendí, estaba dispuesto a facilitar a EL PAÍS 250.000 comunicaciones entre el Departamento de Estado y las embajadas de Estados Unidos en una treintena de países, en lo que suponía de hecho la mayor filtración de documentos secretos de la historia. Acordamos proseguir la conversación en otro momento más propicio y luego nos despedimos. Cuando retomamos el diálogo dos días después, esta vez ya en profundidad, empezaron a perfilarse con una claridad inusitada las gigantescas cuadernas del proyecto que ha venido luego a conocerse como el cablegate. En paralelo me fui dando cuenta, con mayor precisión si cabe, de las importantes consecuencias que de todo ello se iban a derivar para la maquinaria diplomática de EE UU, para la reputación de su Gobierno, la de sus aliados, la de sus adversarios, para el futuro del periodismo y aun para el debate sobre las libertades en las democracias occidentales.
Hoy, tres semanas después de que The Guardian, The New York Times, Le Monde, Der Spiegel y EL PAÍS comenzáramos a publicar las informaciones que ahora todo el mundo conoce, me atrevería a afirmar que de todo este asunto se puede extraer ya una primera conclusión, siquiera provisional, pero muy importante según trataré de explicar luego. Más que un agudo estado de crisis de seguridad supranacional, como anticiparon algunos, lo que verdaderamente se ha instalado entre las élites políticas en Washington y en Europa es una espesa atmósfera de irritación y de embarazosa contrariedad que resulta extremadamente reveladora del alcance y del significado real de los papeles de Wikileaks. Leer Más

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