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sábado, 19 de febrero de 2011

ANALISIS: El Barça da un tropezón contra su propio espejo

Dos tropezones en una sola semana. No pudimos ganar ni en Gijón ni en Londres. ¿Qué pasa? ¿Llega el declive? ¿Hemos de empezar a ponernos nerviosos? ¿Hay que hacer alguna cosa? Enemigos aparte, creo que el resto no tenemos derecho a plantearnos las preguntas de esta manera. No pudimos ganar ni en Gijón ni en Londres, pero por fútbol estuvimos muy cerca de hacerlo. Esas dos noches no jugamos ni con la precisión ni con el ritmo habitual, pero el equipo hizo los grandes esfuerzos que debía, y si actuando exactamente igual hubiésemos tenido más acierto cara al gol, ahora estaríamos relamiéndonos, satisfechos.


No seamos tontos. Estaría mal que después de que el equipo haya vivido un subidón histórico, adquiriendo un ADN de gran trabajo, gran calidad y gran confianza, desde la grada no le acompañásemos y continuásemos instalados en la vieja inseguridad ancestral contra nosotros mismos.

Vale la pena que intentemos entender esos dos desenlaces. En Gijón nos metieron un gol porque en aquella jugada Piqué, contra lo que es habitual, no estuvo milagroso. Luego el Sporting tuvo tanta fe como nosotros, empató a eso y empató el partido. Respecto a lo de Piqué, tanto él como otros (y pienso en Xavi e Iniesta, pienso en Messi, pienso en Alves y Pedro) atraviesan un punto de bajón psíquico por el gran esfuerzo físico y mental que hacen este año a causa de lo desmesurado que se ha puesto el equipo a sí mismo el listón: busca una exhibición y una goleada en cada partido, sea donde sea y contra quien sea.

Eso tiene una solución difícil y debemos dejarla para Guardiola y los que saben. Tal vez hay cierta necesidad de ampliar los descansos, pero los profanos no tenemos ni idea de cómo hacerlo con un calendario como el actual. Quizá convendrían más rotaciones, pero si Guardiola, que cree en eso, no lo hace, ¡ojo!, por algo será. Y es evidente que nos está haciendo más daño del previsto, en términos de impulso y calidad del cierre, la ausencia de Puyol, y frente a eso los aficionados tampoco tenemos fórmulas curativas.

Lo del Arsenal tiene esas mismas claves, con el agravante de que en Londres, en lo táctico, en el planteamiento, jugamos contra nuestro espejo. Es un once muy bueno. No solo Cesc; tampoco Nasri, Van Persie y Walcott, cuando están como ahora, desentonarían en nuestro proyecto. Intentan combinar al primer toque, esconder el balón, desmarcarse con sentido colectivo, atendiendo a un guión primo hermano del de La Masia. Olía a empate. El Barça mereció y pudo ganar, y perdió únicamente por la escasa regularidad que le genera el cansancio psíquico ya mencionado.

Respecto a Messi, seríamos canallas si le echásemos en cara lo que no marcó. En este juego forma parte de la lógica que pasen esas cosas, que el portero cubra mejor que otros el hueco (me parece que eso sucedió en la primera gran ocasión), del mismo modo que a veces los árbitros anulan goles legales o favorecen globalmente a un equipo sin que ello encierre (insisto, a veces) malicia. Vi algo de eso en Londres, adonde seguimos teniendo muchas posibilidades de volver este mismo año.

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