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sábado, 26 de marzo de 2011

Los diarios íntimos de Susan Sontag

La difusión de los escritos de la novelista, ganadora del Premio Príncipe de Asturias de las Letras, fue autorizada por su hijo: "Mi decisión sin duda viola su intimidad", señaló.
 Considerada uno de los iconos intelectuales de Estados Unidos, Susan Sontag escribió a lo largo de su vida unos diarios que reflejaban su inteligencia audaz y su sed de cultura. Ahora, David Rieff, su único hijo, publica la primera parte de estos textos, bajo el título de "Renacida".
"Mi decisión sin duda viola su intimidad", afirma con franqueza Rieff, al explicar en el prólogo de este libro, que verá la luz el 1 de abril editado por Mondadori, las razones que lo llevaron a difundir los diarios de su madre, que murió de cáncer sanguíneo en diciembre de 2004, a los 71 años, pero que, hasta pocas semanas antes de su fallecimiento, estaba "convencida de que sobreviviría".
Ese afán por vivir hizo que Susan Sontag, galardonada con el Premio Jerusalén, el Príncipe de Asturias de las Letras y el Premio de la Paz de los libreros alemanes, muriera "sin dejar instrucciones" sobre sus archivos o sus escritos dispersos.
No ha debido de ser fácil para Rieff lanzarse a publicar en tres volúmenes una selección de los más de cien cuadernos que la gran escritora, una de las voces más críticas de Estados Unidos, fue redactando desde los catorce años hasta la última etapa de su vida. Y los redactó "solo para ella". "Nunca permitió que se publicara una frase siquiera", señala el hijo.
"Mi madre no fue en ningún sentido una persona proclive a la confidencia. En particular, evitaba hasta donde le era posible, sin negarla, toda referencia a su homosexualidad o todo reconocimiento de su propia ambición. Así que mi decisión sin duda viola su intimidad", afirma Rieff en el prólogo de "Renacida. Diarios tempranos, 1947-1964".
En realidad "los diarios físicos" no le pertenecen a Rieff, ya que su madre, "cuando aún gozaba de buena salud", había vendido sus archivos a la biblioteca de la Universidad de California. El contrato establecía que ese sería su destino cuando muriera la novelista y ensayista, "como ha sido el caso".
Por eso, y aunque este escritor y reportero de guerra no era proclive a publicarlos, se dio cuenta de que, o los seleccionaba y preparaba él, "o algún otro lo haría. Pareció preferible seguir adelante".
"Creo que lo más deseable en el mundo es la libertad de ser fiel a uno mismo, es decir, la Honradez", escribía Susan Sontag a los 14 años en su diario del que su hijo no ha excluido los fragmentos en los que quedara patente la "franqueza sexual" de la escritora o "la crueldad" de algunos juicios que emitía.
A los quince años, Sontag ya tenía claro que "La montaña mágica", de Thomas Mann, era "la mejor novela" que había leído hasta entonces, y hacía largas listas con los libros que debía leer.
La misma pasión que sentía por la literatura la trasladaba también a la música, "la más maravillosa, la más vivaz de todas las artes y la más sensual", decía la autora de libros como "En América", "Ante el dolor de los demás" y de la recopilación de sus ensayos en "Cuestión de énfasis".
Y es que en estos diarios, señala Rieff, "el arte es visto como una cuestión de vida o muerte".
"¿Cuánto hay de narcisismo en la homosexualidad?", se preguntaba Sontag en 1949, cuando ya había aludido varias veces en el diario a su relación con Harriett Somhmers Zwerling, a la que conoció cuando tenía dieciséis años y con la cual viviría después en 1957, en París. Más tarde mantendría una relación con la dramaturga María Irene Fornes, presente igualmente en estos escritos.
Con la misma naturalidad que escribía en abril del 49 que "nada sino humillación y degradación" sentía si pensaba "en relaciones físicas con un hombre", en septiembre reconocía que, tratándose de mujeres, hallaba "mayor satisfacción física en ser 'pasiva', aunque emocionalmente", era sin duda "el tipo amante, no el amado... (Dios mío, ¡qué absurdo es todo esto!)", añadía a continuación.
David Rieff cree que estos diarios "fluctúan entre el dolor y la ambición" y reflejan la "maestría en las artes" que tenía su madre, "su pasmosa confianza en la razón de sus propios juicios, su extraordinaria avidez".
Pero también revelan "su sensación de fracaso, su incapacidad para el amor e incluso para el eros. Se sentía tan incómoda con su cuerpo como tranquila con su mente", asegura Rieff.

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