Una interesante entrevista a una mujer corriente.
Como en el caso de María José Carrascosa -la abogada valenciana que cumple prisión en EEUU acusada de secuestrar de su hija-, la de Mireia Martí (Mataró, 1979) empezó siendo una historia de amor con un norteamericano y ha acabado en thriller judicial, con procesos abiertos a ambos lados del Atlántico.
-¿Cómo se conocieron?
-Le conocí volviendo en Talgo de Madrid. Me contó que era hijo de un reconocido científico norteamericano y que se había tomado un descanso de los estudios de Medicina.
-Y se enamoró.
-Me conquistó por las cualidades que realmente no tiene: nobleza, empatía, ternura. Tras unos años carteándonos, lo dejé todo y me fui provisionalmente con él a El Paso (Texas). Pronto vi que se encerraba 10 horas con el ordenador. Le pregunté qué le pasaba y me explicó que sufría un trastorno por déficit de atención y que necesitaba recluirse para estudiar -ha hecho Matemáticas y Biología, le echaron de Medicina y ahora estudia Ingeniería Informática-. Abusaba de unos fármacos que contenían anfetamina y tenía altibajos.
-Aun así, se casaron.
-Y al cabo de un año me quedé embarazada. Empezó el maltrato psicológico. Me decía «no vales para nada» o «adónde vas así, si pareces una foca». Iba minando mi personalidad. Cada vez tenía menos independencia. Regresamos a Mataró y tuve a mi hija.
-Eso le debió de dar seguridad.
-Sí, pero los malos tratos aumentaron. Durante el segundo embarazo empezaron los empujones, los insultos y las amenazas de que se llevaría a las niñas a EEUU. El 16 de diciembre del 2009 se fue a su país diciendo que si no le seguía, ya sabía a qué atenerme.
-¿Se fue así, sin más?
-Sí. No me pasaba un duro ni llamaba para saber de las niñas. Inicié un proceso de separación. Al cabo de seis meses volvió con la bandera blanca, argumentando que las niñas merecían tener un padre. Me convenció para ir con él a Boston.
-No comprendo cómo aceptó.
-Siempre acababa haciendo lo que él quería por temor a sus amenazas. Nada más llegar me dijo: «Ahora no te puedes escapar, eres mía». En ese mismo instante habría vuelto, pero si lo hacía, podía acusarme de abandono de hogar y secuestro de menores.
-Estaba atrapada.
-¿Recuerda la película Durmiendo con su enemigo? Me veo reflejada. Él alineaba las sopas Campbell en el armario y si veía una mal colocada, venía y me decía: «Ven un momento. Lo ves, tienes que dejarla así». Cuando volvía a casa, me temblaban las piernas. Le evitaba al máximo. Intentaba dormir con las niñas. Pero su agresividad aumentó. Me empujaba, me cogía fortísimo del brazo. Así, hasta que la pasada Navidad regresamos a Mataró.
-Otra vez en casa.
-Sí. Pero el pasado 3 de enero, al volver de una comida familiar a la que no quiso ir, me dio una paliza y me dijo que, si lo contaba, me iba a matar. Entonces llegó mi madre y su pareja con un túper con comida que me había olvidado. Dejé a las niñas con ellos y salí corriendo, con él tras de mí, mientras llamaba a los Mossos. Me encontraron encerrada en un cajero y avisaron a la ambulancia. El médico certificó contractura lumbar, policontusiones y hematomas.
-¿Qué pasó con él?
-Lo arrestaron y dictaron una orden de alejamiento. Tres semanas después se fue a EEUU y al poco recibí una notificación de divorcio. Mientras que en España presentaba una falsa prueba de paternidad que pretendía demostrar que las niñas no eran suyas para no pagar manutención, en EEUU las reclamaba.
-Hay rasgos parecidos a la historia de Carrascosa.
-Una diferencia es que a mí me ha denunciado por intento de envenenamiento. Pidió a Interpol que me detuvieran en cualquier aeropuerto. Interpol me llamó y se aclaró todo. Pero como en EEUU no tengo derecho a un abogado de oficio, mi defensa asciende a 40.000 euros y no dispongo de ese dinero. Necesito ayuda económica o un abogado estadounidense que me represente allí.
-¿Podría acabar entre rejas?
-Lo curioso es que él no pide cárcel para mí, sino una indemnización de 100.000 dólares. Supongo que su intención es que no pueda tener nada a mi nombre. Es posible que me pase la vida pagando algo que no he hecho, pero tengo a mis hijas conmigo. Gracias a ellas no me he vuelto loca.
-Y se acabó el miedo...
-En el 2015 podrá entrar en España y hacer lo que guste. El miedo no cesa.
Como en el caso de María José Carrascosa -la abogada valenciana que cumple prisión en EEUU acusada de secuestrar de su hija-, la de Mireia Martí (Mataró, 1979) empezó siendo una historia de amor con un norteamericano y ha acabado en thriller judicial, con procesos abiertos a ambos lados del Atlántico.
-¿Cómo se conocieron?
-Le conocí volviendo en Talgo de Madrid. Me contó que era hijo de un reconocido científico norteamericano y que se había tomado un descanso de los estudios de Medicina.
-Y se enamoró.
-Me conquistó por las cualidades que realmente no tiene: nobleza, empatía, ternura. Tras unos años carteándonos, lo dejé todo y me fui provisionalmente con él a El Paso (Texas). Pronto vi que se encerraba 10 horas con el ordenador. Le pregunté qué le pasaba y me explicó que sufría un trastorno por déficit de atención y que necesitaba recluirse para estudiar -ha hecho Matemáticas y Biología, le echaron de Medicina y ahora estudia Ingeniería Informática-. Abusaba de unos fármacos que contenían anfetamina y tenía altibajos.
-Aun así, se casaron.
-Y al cabo de un año me quedé embarazada. Empezó el maltrato psicológico. Me decía «no vales para nada» o «adónde vas así, si pareces una foca». Iba minando mi personalidad. Cada vez tenía menos independencia. Regresamos a Mataró y tuve a mi hija.
-Eso le debió de dar seguridad.
-Sí, pero los malos tratos aumentaron. Durante el segundo embarazo empezaron los empujones, los insultos y las amenazas de que se llevaría a las niñas a EEUU. El 16 de diciembre del 2009 se fue a su país diciendo que si no le seguía, ya sabía a qué atenerme.
-¿Se fue así, sin más?
-Sí. No me pasaba un duro ni llamaba para saber de las niñas. Inicié un proceso de separación. Al cabo de seis meses volvió con la bandera blanca, argumentando que las niñas merecían tener un padre. Me convenció para ir con él a Boston.
-No comprendo cómo aceptó.
-Siempre acababa haciendo lo que él quería por temor a sus amenazas. Nada más llegar me dijo: «Ahora no te puedes escapar, eres mía». En ese mismo instante habría vuelto, pero si lo hacía, podía acusarme de abandono de hogar y secuestro de menores.
-Estaba atrapada.
-¿Recuerda la película Durmiendo con su enemigo? Me veo reflejada. Él alineaba las sopas Campbell en el armario y si veía una mal colocada, venía y me decía: «Ven un momento. Lo ves, tienes que dejarla así». Cuando volvía a casa, me temblaban las piernas. Le evitaba al máximo. Intentaba dormir con las niñas. Pero su agresividad aumentó. Me empujaba, me cogía fortísimo del brazo. Así, hasta que la pasada Navidad regresamos a Mataró.
-Otra vez en casa.
-Sí. Pero el pasado 3 de enero, al volver de una comida familiar a la que no quiso ir, me dio una paliza y me dijo que, si lo contaba, me iba a matar. Entonces llegó mi madre y su pareja con un túper con comida que me había olvidado. Dejé a las niñas con ellos y salí corriendo, con él tras de mí, mientras llamaba a los Mossos. Me encontraron encerrada en un cajero y avisaron a la ambulancia. El médico certificó contractura lumbar, policontusiones y hematomas.
-¿Qué pasó con él?
-Lo arrestaron y dictaron una orden de alejamiento. Tres semanas después se fue a EEUU y al poco recibí una notificación de divorcio. Mientras que en España presentaba una falsa prueba de paternidad que pretendía demostrar que las niñas no eran suyas para no pagar manutención, en EEUU las reclamaba.
-Hay rasgos parecidos a la historia de Carrascosa.
-Una diferencia es que a mí me ha denunciado por intento de envenenamiento. Pidió a Interpol que me detuvieran en cualquier aeropuerto. Interpol me llamó y se aclaró todo. Pero como en EEUU no tengo derecho a un abogado de oficio, mi defensa asciende a 40.000 euros y no dispongo de ese dinero. Necesito ayuda económica o un abogado estadounidense que me represente allí.
-¿Podría acabar entre rejas?
-Lo curioso es que él no pide cárcel para mí, sino una indemnización de 100.000 dólares. Supongo que su intención es que no pueda tener nada a mi nombre. Es posible que me pase la vida pagando algo que no he hecho, pero tengo a mis hijas conmigo. Gracias a ellas no me he vuelto loca.
-Y se acabó el miedo...
-En el 2015 podrá entrar en España y hacer lo que guste. El miedo no cesa.
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